Era este un día normal para Dios, y era su hora de enviar al mundo una criatura singular.
No hablo por cierto de Adán, ni de la raza humana, ni de la inteligencia, ni del fuego, la rueda y esa historia que acaba en este preciso instante en que escribo esta A. Hablo más bien del tipo de criatura que realmente provoca aquellos cambios. Hablo de un genio. Un Einstein, un Mozart, un Miguel Angel, un Da Vinci, un Ronaldinho, etc.
Por supuesto que para El Magnífico era esta una tarea algo más compleja. Unos condimentos más, un cerebro rápido y asociativo por naturaleza; un par de cables cruzados y seguramente no habría problema para aquél humano en llevarnos a conquistar galaxias dentro de unos cuantos años.
Lamentablemente para nosotros, Dios, todopoderoso, no puede controlar en qué lugar nacerá. Libre albedrío, truco bíblico, verdad inquebrantable, en fin, lo único que nos pertenece es procrear cómo y donde nos plazca, y es esta condición lo que hace todo tan especial.
Podría nacer en una familia acaudalada, en una familia pobre, en una familia muerta en un accidente automovilístico, o bien, podría no nacer, muriendo ahogado por su cordón umbilical. Todo aquel poder de creación de nuestro Grandísimo Padre reducido a nada. La descomunal energía, subordinada a la vibración ínfima, al momento justo de engendrarse en algún útero de quien sabe donde en donde se yo cómo, aquel proyecto de genio.
Y fue así que el azar estuvo presente aún en la más rigurosa de las tareas, cuando el altísimo depositó en el tobogán de las placentas a su nueva criatura, espécimen perfecto y efectivo, organizador de la raza humana y creador de posibilidades.
Y qué bello es el azar, y qué bella es la vida cuando el hombre ha nacido sano y salvo en algún lugar de la Región de los Lagos, al sur de Chile, cerca de un río fresco y lleno de salmones. Se ha transformado ya en un excelente pescador, en un marido ejemplar, en un padre justo y bondadoso, en un hombre con una habilidad especialmente excepcional para retirar el pan del horno en el momento preciso.
Y es Dios quien se alegra al verlo clavar su lanza en el agua fría del sur y pescar aquel salmón.
domingo, 6 de abril de 2008
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2 comentarios:
Esto es lo que me gusta del arte: puedes hacer aparecer a dios como un verdadero idiota limitado por la ilimitada imaginación y ganas de cagárselo que tenemos los humanos. exista o no, es un grandioso personaje... pero tú existes y digamos que me encanta cuando escribes y lo que escribes, me parece una pequeña antifabula, de la que hay poco aprendezaje moral y mucho para llorar. me puse melodramática, no puedo atentar a mi esencia.saludos.Lore. el resto te lo digo en privado.
Al revés de lo que opina loreto, me sonó demasiado a fábula y a pasaje bíblico. Probablemente tenga un pensamiento demasiado convencional, pero la simpleza del nacido me hizo alusión inmediata con la idea de que las vidas simples son las más grandes. Y la verdad es que eso de lo simple es bien moralista y cristiano. Me falto un poco de grandeza. Por eso digo que quizá soy demasiado convencional.
Si no logré entender el sentido antifabula, me gustaría que lo explicaras, si ése es el caso.
Saludos.
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