Muchas cosas podríamos decir cuando decimos “José Marito Benitez”. Sufrimiento, dolor y poesía; tragedia, comedia, epopeya, simbolismo, romanticismo, naturalismo, comunismo, expresionismo, cubismo y un largo etc: una corriente tras otra, José Marito Benítez las ha abrazado todas, sin necesario orden histórico y muchas veces anticipando un movimiento o bien resucitando uno antiguo.
A los 9 años, su padre, rico empresario, le regaló una máquina de escribir, la cual fue usada por entusiasmo por el pequeño José. De ahí su primer cuento, El Gato Que Quería Volar, en la cual ya podemos presenciar la trágica dicotomía del ser y el deber ser, la naturaleza y los animales humanizados puestos en mismo nivel con el hombre, una actitud “animalista” que se adelantaba bastante a su época e incluso a los movimientos de protección de animales.
Un gato que quiere volar, es, al fin y al cabo, un animal que quiere tener las características de otro animal, queriendo en este caso las propiedades de las criaturas aladas. Ahora bien, el animal que se nos viene inmediatamente a la mente es el pájaro; recordemos las relaciones del pájaro con el Locus Amoenus, más específicamente con el ruiseñor, lo cual indicaría una expectativa de alcanzar el lugar ideal a través de la transformación, la mutación a otro ser. La metamorfosis al otro se hace fundamental. “El Otro, en el cuento de José Marito Benítez, juega el papel de chivo expiatorio, de cáliz sagrado, de ideal romántico inalcanzable mezclado con la tragedia griega del ser que, condenado a su fatalidad, camina a ella con los ojos vendados” (1). Un gato. Un pájaro. Un sintagma irresoluto, paradojal, contradictorio. Un anhelo de ser algo que no es. Trágico destino el del gato, como suele exclamar a menudo: “¡Ay Dios, cómo has equivocado esta alma con este cuerpo! ¡Si yo pertenezco al cielo, junto a los otros pájaros! ¡Dime, sólo dime! ¿Por qué?” (2) Dichas enunciaciones se repiten unas 26 veces a lo largo del cuento, lo que pone bastante claro el énfasis del autor en resaltar la fatalidad del gato.
El gato, tal como puede apreciarse en aquel enunciado, es religioso, creyente, presumiblemente católico, si bien el cuento mismo no lo explicita. Un paralelo con Cristo puede hacerse de inmediato, lo que pondría en descubierto el chimbarongo del texto en sí. Cristo y el gato; el pájaro y el ruiseñor; la realidad y el locus amoenus; la crucifixión y el regreso al paraíso. ¿Coincidencia?
El gato simboliza a Cristo. Por si no nos hubiera dejado ya suficientes señales que lo remiten de forma directa, Benítez deja en claro que su elección del animal es una clara referencia al mesías. Ambos terminan en “to” (ga-to, Cris-to), además de tener cada uno en sus respectivas palabras la letra “T”, que escrita en manuscrito (t) bien puede interpretarse como una cruz cristiana.
La cruz remite al Cristo ausente tal como el gato remite a las alas del pájaro envidiado. Como dijo Lacan: “Oli” . (3)
¿Quién es quién, en aquella obra de José Marito Benítez? O, mejor todavía: ¿pensó alguna vez José Marito Benítez en mí, y lo que yo escribiría de su obra? O: ¿es necesario que yo escriba sobre José Marito Benítez? ¿Acaso no seguirá existiendo la obra de José Marito Benítez sin mis graciosas opiniones? ¿Acaso no soy sólo un hombre frustrado con exceso de tiempo libre que no haya nada mejor que pegarse, tal como gorda sanguijuela, al tobillo de José Marito Benítez?
Pues la respuesta a todo ello, es, a su vez, son otras preguntas- que por supuesto, no expondré aquí por falta de tiempo.
Lo serio y lo cómico. La tragicomedia en El Gato Que Quería Volar. Las fábulas y Esopo. Los griegos y Atenas. Atenas y Esparta. Esparta y el Consejo de Ancianos y la historia de Chile por Sergio Villalobos.
Por Sergio Villalobos.
Se tiene que haber seguido con atención mis seminarios si se quiere alcanzar la profundidad de Sergio Villalobos.
Pero ustedes se estarán preguntando qué tiene que ver aquel hombre con todo esto. Y yo respondo de inmediato: nada.
Si nada es todo, este artículo lo tiene todo. ¡Sergio Villalobos es el universo! Y el universo es la nada misma.
“Heil Hitler” decían los nazis. Y yo les digo a ustedes: Heil yo.
¿Y qué me dicen de aquellos pobres judíos? ¿Aquellos pobres judíos, encerrados campos de concentración?
Murieron millones.
Yo también he asesinado. A textos como el de José Marito Benítez.
Miento. No maté al Gato que quería Volar. No se puede matar a lo inmortal.
Al que maté fue al propio lector, cuando leyó este artículo. Está muriendo en estos mismos instantes (¡sí, sí!), agonizando palabra por palabra mientras lee. Y lo disfruto.
¿Quién es el jefe ahora, Benítez? ¿Tú o yo?
¿Tú o yo?
Lo suponía.
¡Atención, todos ustedes! ¡Heil yo! ¡Heil yo!
-----------
Citas:
(1) Davis, Walter: Who Let the Dogs Out? 1997, Harvard, Estados Unidos, pp. 31
(2)Benítez, José Marito: El Gato que Quería Volar y otros cuentos, 1945, Editorial Robinson, p. 1436
(3) Lacan: Desvaríos Varios y Confesiones Homosexuales, 1977.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Muuuuy bueno pedro; REALMENTE BUENO. Creo que es lo mejor que he leído de tí, o que me acuerde. Te envidio. Los envidio a todos.
Quizá, ALGUN DIA, suba alguna porquería.
Besos
me sumo al comentario muuuy bueno. mejor dicho muy sorpresivo. oye parece que somos los unicos tres que se meten al blogg!!
jajajajajja
hay ke correr la voz a mi nadie me pesca con el nick del msn.
saludos
Publicar un comentario