EL BAR SAXOLEIN O JAZZ.
Este cuento debe ser como el jazz. Debe ser seguro, sensual y sugestivo. Debe ser como el jazz y por lo tanto debe ser una noche borrachera. Debe, además, ser una noche perdida en el recuerdo de la rutina. Debe poder tomarse y exhalar en forma de humo blanco y bohemio.
Una mujer estaba en la barra. Al otro lado había un curadito tambaleándose mientras sujetaba sus pantalones desabrochados y un saxo imitaba su vaivén. Las meseras se empiezan a excitar con la propina y las proposiciones de clientes jocosos, buenos pa la talla. Entonces empieza el baile. A night in Tunisia… Mueven sus cinturas como gatitos de tejado. La mujer de la barra se pinta los labios sin espejo con una admirable femenina habilidad. El saxo baila también, y todos lo siguen. El piano no baila, más bien charla seductor, como no pocos de los asistentes. Todas tienen su pareja. La canción que continúa con la velada no es para bailarla, sino para sonreír y coquetear, enarbolando banderas de propiedad, mientras el escenario se ocupa de nuevo de llenar, con jazz, los espacios. La mujer de la barra, que no es como todas, espera nada y otra cancioncita que le traiga recuerdos de algo que nunca ha vivido. Memorias de esa puta serán memorias de una vida sin vivir, anhelante y paciente, por eso la espera. El platillo
inagotable, calmo y sutil, le ha mareado un poco.
- Otro coñac, por favor.
El hombre de la barra se apiada de esa tristeza humana y le sirve otro generoso coñac, para que olvide lo que recuerda que nunca ha vivido. Es un cuadro este el del jazz. Ahí de nuevo ataca el saxo y una trompeta coqueta que quiere, como sea, hacer mover fláccidas piernas, brazos abultados como hamacas…
Las puertas… se balancean y un hombre de treinta con un largísimo abrigo entra con una canción de esas para fumar. Charly Parker me prestará unos acordes para hacer resonar esta historia. El hombre se sienta junto a la solitaria mujer de la barra y el saxo sigue sus movimientos o él los del saxo, no se sabe bien, pero no importa porque todo se confunde y se espesa con la alegría de la casi divina borrachez.
Nada más tomar un poquito de aquí y de allá, y listo. Tomo diez devuelvo cinco. Luego guardo luca. ¿Ves? Mil pesos chiquilla, ¿qué cosas te han enseñado a ti? ¡Mil pesos, por Dios! Así, y te lo metes ahí, y después lo sacas por acá, cuando se de vuelta, cuando haga cualquier cosa, si hasta tú misma le puedes decir que se tape los ojos. Si hay alguien que se quiere pasar de vivo, ahí no más, ya lo tienes agarrado de los cocos. . Noo, niña, ¡qué loca! No hay que armar tanta alharaca, si aquí los caballeros son puros viejitos, o tontos sin vida. Además aquí todas roban yo creo que hasta los clientes lo saben, pero se hacen los lesos, con tal de matar el hambre, jaja. No, tampoco vas a encontrar al hombre de tu vida, ¡Qué pava! Se nota que no tiene idea. Eso sí te digo, hay unos que son grito y plata si se rayan con una. Forraos en plata los pobres brutos. Si, mi cartera, la roja. Esa es de uno cariñoso. Pero el pobre no podía hacer feliz a nadie. ¿Sabes a lo qué me refiero? ¡Nada!, mujer, ni cosquillas. Bueno ahí te vas a dar cuenta tú sola. ¿Yo? Nada, linda, pura hipocresía. Como siempre no más. Si aquí más que puta eres actriz. Y no porno. Nooo actriz de esas buenas, de esas que sí saben mentir, de esas que no necesitan cara bonita pa hacer llorar, de esas que son pura carne, pura entraña. ¿Cómo te explico? ¿Tienes miedo? Está temblando, chiquita. Bueno… pero a mí me la largas no más, si yo estoy aquí para cuidarte, angelito. A ver… ven. Aquí. ¿Viste? Se pasa un poco ¿o no? Si de a poco una se acostumbra. Yo soy de las que todos quieren. Eso si, no me ablando fácil. Hay unas que hacen de todo; yo: casi todo. Si pues, si el respeto tiene que partir de una. Aquí los caballeros se creen que porque tienen mucha plata puede venir hacer lo que su antojo mande. Usted mi niña, ¡ojo! Mucho ojo. ¿Eh? Ayer me quedé pensando harto si… no le cuentes a nadie…
El jazz se colaba. Ella hubiese preferido un réquiem, un vals por último, porque, en aquella época, odiaba el jazz y su majadera sensualidad, a la que ella estaba condenada a estar privada.
- Eh. ¡Tú! ¡Cabrona!
Me llegó directo, así como una bolita de papel empujada por una cerbatana. Tenía un vecino que me molestaba con esas cosas todos los días cuando llegaba del trabajo. Me gritaba cosas terribles, no sé como un tipo como ese se enteró de mi profesión, mi niña. Me tinca que era virgen. En serio, no te rías. Pesada. Como te quiero linda, si una de las dos fuera hombre ya nos habríamos devorado ¿no cierto? No tengo moral, chiquita, así que no me hagas caso. Ahora te cuento. Mi departamento es súper pituco. Grande, como una mansión, o como yo me imagino las mansiones. Y yo pienso que mi departamento es lo mismo que una mansión, por lo grande, y porque, aunque no está en un cerro, está arriba, o sea como alto. Se entiende. Era un departamento del quinto piso.
- Tóquese una de celo, maestro.
- ¿Cómo es eso, cabroncita?
- De esas que ponen el cuerpo caliente, ¿no ve?- dijo agitando los hombros y mordiéndose el labio inferior, con los dientes superiores.
- Con candela- gritó una a la que no le gustaba el jazz
- Son buenas esas. Jajaja. Pero no me sé ninguna- contestó con toda honestidad el maestro.
- Ni diga, hombre. Son las mejores.
Había unas cuantas mesas de un metro cuadrado, blancas, con patas de plástico. Quedaba bajando las escaleras, en una calle oscura y anónima. Era un prostíbulo con estilo, decían los más amigos. Las piezas estaban todas arribas. Ellas y los músicos trabajaban toda la noche. El problema era que el piso era de madera, y cuando el maestro y sus sobrinos se iban, la casa quedaba en silencio. Quiero decir en silencio de bulla, porque igual se escuchaban esos gemiditos. Se escuchaba la mentira, o el placer que miente, que al final es lo mismo. Había una que se ponía como loca. Una vez fue tanto que el cliente le dijo “mejor acabémoslo, mujer, que van a pensar que en vez de acostarnos estamos en plena pelea de box”. Y ahí se tuvo que ir el pobre diablo. Era muy honesto, muy como dice Don Jaime “entrado profundamente en el amplio sentido de la responsabilidad”.
¡Candela! ¡Ay! ¡Qué le den candela!
-Siento ganas de tener un poco más de paciencia, no enfurecer. ¿Para qué tanto lujo? Está bien, me alcanza, pero no me enorgullece. Ojalá que ella tampoco lo haga. Aquí todo se sabe. Cinco millones de habitantes ¿Les parece mucho? En Beijing son el triple, eso si que es ciudad. Somos un pueblito miserable al lado de ellos, eso me acuerda del dicho “pueblo chico, infierno grande”. A eso quería llegar. Siempre llego a eso. Me gusta hablar de otros. De mí, poco. Sobre todo porque no puedo hablar de mí sin hablar de cosas de pánico. No digo que tengo sólo temas por los que quejarme. Es que no tengo nada, no tengo tema y eso, la verdad, es bastante trágico y… pavoroso ¿no le parece maestro? Si al final es lo único que una puede hacer. Podría hablar de lo que he visto, pero no será nada nuevo, porque soy puta y al final ¿quién no es puta? Entonces para qué hablar de la cama, de penes, que sé yo, si ya todos lo saben, o la habrán oído hablar. La jefa pensaba que yo era depresiva. La verdad es que no soy nada. Soy una gran memoria eso sí. Podría reproducir casi completamente las palabras del jolgorio de la sala del primer piso. Del jazz. Recuerdo que ella lo odiaba, prefería algo más caliente, para mover las caderas, maestro por favor una con candela, se atrevía a decir, aunque todos hacían como que no la oían. En cosas de gusto ella no mentía, muy al contrario de mí ¿Y si esto lo lee una monja? Ojalá que no, porque en eso caso sí que tendría que hablar de cama, desnudez, penes y todas esas cosas. Porque les sería nuevo. Total que no debería hablar de nada mejor, pero les diré esto, por si les sirve para entender: Ella quiso comprar el departamento, contra mi voluntad. Ella decía que no podía oponerme porque yo no era su madrina, que si alguien podía hacerlo era ella, que ella me mandaba a mí.
- Esto va a llegar a ser un cabaret, señores. Pero de los buenos. Pa ver si de una buena vez se les pasa lo seriote a los huebones.
Un piano toca perseguido por las trompetas. Y la voz de una gorda pelirroja, extraña combinación en un sólo espécimen, retumba y parece rebotarle entre sus cachetes rechonchos.
- Con suerte señora, llegamos a sauna.
- Cállense todos. Aquí con el maestro, directo al chow bisnes…
- It`s Show business
- Bueno eso… ¿No cierto, Don Jaime?
- Para dónde usted quiera patroncita, con tal que en ese chow bisnes se toque jazz.
Un silbido desesperado irrumpe el diálogo
- Ejalé. ¿Por qué no se toca otra mejor? Y usted, señora, sírvanos otra botella de tinto.
- ¿Algo en especial para el caballero?
- Esa quiero.
- ¿Esa? Mejor le recomiendo la que esta arriba del piano. Es alegre, bien dispuesta…
- No. Esa quiero
- Es buena esa, pero tristona, depresiva como...
- Esa.
- Bueno yo le decía, porque como lo veía a usted tan…
Contraataque sereno de un saxo, la estrella discute con todo el bar, y todo el bar se ríe de la pobre estrella pelirroja que quería decidir sobre su arte, pero el público exige y ella se resigna. Extraña los tiempos de respeto, sino hacia ella por lo menos hacia su talento. Ella, que tomó la costumbre de pararse en la barra con un coñac desde sus años de puta, mientras la estrella empieza una canción vulgar se lleva a uno al segundo piso. Sin decir nada. Osando incluso decir que ni en sus pensamientos ni en las emergencias de su corazón se asomaba una mínima queja, la invadía una pulcra nada.
- Padre no puedo con esto.
- Cuéntamelo, niña.
- No sé por donde empezar. Padre ¿Cómo se oye la culpa, cómo saberla?
- Pues es una voz, es la voz de tu conciencia dictada por Dios, que atormenta y orienta nuestros pensamientos si somos capaces de oírla y entenderla, pero que azota con garrote si la soberbia es emperadora de nuestros actos- condenó satisfecho
- Entonces la culpa, no es mía mía. Digo, no es mi voz. ¿Es de Dios?
- Hija, ¡por el amor de Dios!- se santigua- qué sacrilegio. No la culpa es tuya, pero la maravilla de Dios es la que nos permite salir de la ignorancia del pecado, para entrar en la gracia del misterio que se nos da a conocer.
- ah. Menos mal, Padre. Porque, de todos modos, yo no escucho nada.- se alivia sinceramente.
- ¿Cómo es eso hija?
- Así pues padre. Yo oigo nada, silencio absoluto, de tumba. Por eso pongo la radio. Escucho música.
- Ah, claro, ese jazz que tanto les gusta a ustedes-se irrita y su boca se tensa amargada por el asco de lo que no conoce.
- No, padre, yo ni soporto el jazz. No se cómo trabajo en el bar.
- Yo tampoco sé como lo haces, y no lo digo precisamente por el jazz
- ¡Padre! No es eso de lo que estamos hablando. Es del silencio, uno que me viene desde dentro. Es como si en vez de tener un micrófono a dentro donde hablara mi subconsciente o cómo se diga, tuviera una sordina. Hasta mis pensamientos son unos mudos. Todo.
- Mira, Catalina, no sé exactamente cómo ayudarte. Lo que sí te puedo decir es que necesitas redimirte y pronto.
- Pero padre, si yo creo tanto como usted. ¿Qué más tengo que hacer?
- ¡El silencio es la ausencia de Dios! ¡Vives en el pecado, sin arrepentirte! ¡Por eso estás vacía!
- Ah no, padre, yo de vacía nada, yo me gano la vida. Estoy satisfecha. Claro que para usted es simple, si usted no tiene que trabajar. Vive de la gente, con todo el respeto del mundo, padre. ¿Va a decirme usted cómo ganarme la vida, padrecito? ¿Y con qué moral? Usted sólo confiéseme, déme la comunión y estamos arreglados. Que yo sabré bien qué hacer para comer. Además no es un silencio que no hable, no, es elocuente, padre…
- Estás perdida, totalmente perdida… mejor vete, ni siquiera la confesión cambiará nada en tu vida.- dijo y se dijo resignado, sin siquiera tomar la ira como alternativa posible.
Jazz. No lo quería escuchar. Ni a él, ni nadie. Catalina a esas alturas ya había comprado su infeliz departamento, pero ella seguía en la pensión, a pesar de que podía pagar una buena casa. No era tacaña, solo que se sentía culpable. Catalina no tenía esos prejuicios, ni siquiera después de la discusión con el padre, que a aunque se encontraba bajo secreto de confesión, por alguna extraña razón fue conocida por todas las gentes del barrio, y la pobre puta de conciencia muda tuvo que apurar su mudanza, feliz de la vida. No sé porque cuando hablo de ella me vuelvo omnisciente. Podría travestirme, hablar por ella. Me gustaría ayudarle. Ella tiene la personalidad; yo el seso. Podríamos ser una muy buena única persona.
- Cabrona ¿Por qué tengo que atenderlo yo todos los días? Casi no me deja tiempo para otros clientes.
- Paga bien, niña.
- Bájeme el sueldo, pero no quiero otra vez con él.
- ¡qué regodeona por Dios! Tú que deberías estar entrenada para aceptar lo que venga. Mira que venir a exigir.
- Por eso mismo señora quiero aceptar cualquier cosa, pero no la misma cosa siempre, para eso mejor me busco un marido con plata.
- Yo no te entiendo. Catalina me lo ha pedido tantas veces, y no sólo ella, todas estas.- hace como que las cuenta con las manos- No sabes apreciar la fortuna.
Quizás por eso sentía que no debía de nuevo estar con ese hombre, que después de tanto tiempo ya debería haberse transformado en mi hombre, en circunstancias más normales. Pero la Cabrona supo decirlo, no sé apreciar la fortuna, porque no creo en ella. Catalina si. Catalina es afortunada, porque piensa poco y siente más. Yo soy una culpada. Para ser puta no hay que tener remordimientos, como Catalina. Yo al contrario estoy rellena hasta la punta de mi cabeza de eso, de culpa y de muchos recuerdos, no debería pensarlo, no debería memorizar mi vida, solo debería soñar como ella. Debería parecer ingenua, no tomar coñac en la barra, no escuchar jazz porque me hace pensar y mal.
-El futuro. Sólo como una mansión de lo igual, de lo que es. No sé porque digo. Será importante decir algo, y algo importante sobre todo. Hablar, y no hablar puedo, pero escribir puedo y no escribir no puedo.
Miro como un montón de fotografías porque mi experiencia perdió el sentido de la consecución. La vida se separó en cuadros, se volvieron infinitos, no por incontables, sino que porque me cansaba contarlos y recordarlos de nuevo en el orden justo, pero sobre todo me cansaba vivirlos dos veces de la misma forma. Dos veces la misma vida. Así que prefiero recordar lo que no he vivido y vivir así de nuevo otra vida mía, que nunca es igual. Al final todo lo que pienso y recuerdo es mío, como mi vida. Incluso este bar, es mi bar, no de la Cabrona; esa canción, mi canción. Estas palabras no las busqué ni las saqué del diccionario: fueron inventadas para mí, para inventar mi vida. Ella muerta escuchando el jazz. ¿Existió o no? ¿Puta o no? De todas maneras es mía. Elijo recordar. Que felicidad saber que alguien me ama. Que alguien me hizo suya en sus pensamientos, en sus deseos. ¡Qué importa la verdad! Importa lo que uno crea seguro. Yo hace mucho que dejé de pensar el mundo desde el mundo, así que ya no me importa, ni siquiera me importa parecerte verosímil, pobre.
- Entonces cuéntame la verdad. Hemos investigado, hemos tratado de corroborar su testimonio, pero nada concuerda. O mejor dicho, nada existe. Dígame la verdad.
El coñac se iba a evaporar, el jazz no quería detenerse por esa noche. Ella en la barra junto a un hombre, temblaba incógnita, triste, deshonesta. Balbuceó, o al menos creyó hacerlo. Tenía mucho miedo.
- estaban las baldosas duras y frías. Su cuerpo blando y frío sobre las baldosas, o ellas sobre su cuerpo, depende desde donde se le mire. Era un pasillo que terminaba en un ventanal luego venía una noche que luchaba por ser oscura, pero los focos del alumbrado doblegaban su oscuridad, desmerecían el trabajo de oscuridad de la noche, porque se parece al de las putas, sabe, a la noche ya no la dejamos ser oscura. Frente a la ventana, atravesando la noche, había otra ventana y dentro de ella una vida. Una mujer sin nombre fumaba y pelaba una manzana en su butaca almidonada, rodeada de diarios, era una mujer muy bella…
- Como usted, me imagino…
- …la ventana opuesta que quedaba cruzando la noche y el alumbrado, traslucía su cuerpo tendido sobre baldosas, y estas tendidas sobre el aire. Se podría decir que eran otra capa de tierra, pero elevada, ¿Me entiende? Y la tierra la reclamaba y ella cedía. El jazz que escuchaba y odiaba era su réquiem, le cantaba con saña. Se reía de su vida y de su muerte, usted no se lo puede imaginar. Tan cerca del jazz, tan lejos de entenderlo. Las palabras se me hacen estúpidas, qué curioso, el cuadro es tan elocuente y usted no lo pudo apreciar. Mas no sé pintar, sé escribir, y más que nada sé recordar.
- y sabe inventar muy buenas historias. Dígame ¿Cómo se llama? Pero su verdadero nombre.
- Amparo.
- No usted no se llama así. ¿A nombre de quien estaba el departamento del crimen?
- De Catalina
- ¿Catalina cuánto?
- Catalina Quezada.
- Era suyo el departamento entonces!- exclama con impostada felicidad y sincera ironía.
- No entiende usted, era de ella, yo no lo compré, y lo más cerca que estuve fue cuando me depilé en la peluquería de enfrente. ¿Entiende?
- Que extraño. Juraría que el nombre de la propietaria de ese departamento corresponde a una mujer que nació diez años después que la supuesta víctima del supuesto crimen que usted acusa, y que esa mujer, Catalina Quezada, el día que debería haber muerto a la hora que usted señala estaba no precisamente en el suelo sobre baldosas frías y duras- irónico se saboreaba una victoria- sino que estaba en un departamento justo al frente de la escena del crimen y me atrevería a decir que probablemente fumaba y pelaba una manzana o… una pera, mientras Amparo se tostaba con un tórrido sol en alguna hermosa playa ¿Quién sabe? Ahora dígame ¿Dónde está el cuerpo?
- Mire no sé. Búsquela usted ya que ella desapareció, es su trabajo.
- ¿Ella? ¡Pero si ella es usted!
- ¡No! está bien. He confundido un poco las cosas porque no pensé que tendría importancia.
- No le creo y no me haga perder el tiempo. Sólo le tomé atención porque me parecía bella. Mucho calza de su historia, usted tenía una madrina escandalosa, con aires de divinidad, Amparo se hacia llamar. Todos creyeron que se suicidó, pero más de alguno dice que huyó de la Cabrona y unas deudas. Tenía un departamento, pero no donde usted señala. Y no puedo negar que usted no miente sobre la ingenuidad y la fama de esta mujer. Tampoco me engañó respecto de ese vecino que la molestaba con una cerbatana y que le pedía que se acostara con ella. Pero más allá de eso nada es cierto. Nada. Nunca se suicidó, nunca habló con ese cura, nunca fue más atractiva que usted, de hecho era fea según me han contado la cantidad suficiente de testigos entre ellos clientes insatisfechos, además viéndola a usted me queda claro que es difícil que haya una mujer que le supere notablemente.
- ¿A dónde quiere llevarme con su desenmascaramiento?
- No sé, Catalina. Me cuesta creer que sea usted una mujer tan ociosa como para inventarse toda esa historia. Aunque puede que se sienta tan sola que necesita inventar una amiga imaginaria, pero en ese caso, preciosa, no la asesines, mejor que te haga compañía viva.
- No he inventado nada. Haga y diga lo que quiera.
- Me gustaría ayudarla. La “Catalina” de la que usted habla desapareció hace veinte años, cinco años después de que usted entrara a trabajar al Saxolein, ella le acogió. Me imagino que usted aún no supera que ella se haya escapado sin decir nada.
- ¿Se imagina usted algo?
Ella se para furiosa, su cuerpo en un vaivén irrefrenable se sumerge en el jazz. Tengo miedo. Pero la música le acompaña. El jazz que amaba, y ella otra odiaba incomprensiblemente. Trata de perderse entre la gente. El hombre de abrigo largo la mira alejarse, piensa que ella se iba a ir. Pero ella va a la pista y baila. Es un deleite verla. Muchos hombres la rodean. Ella elige a uno, la envidia y la fascinación la rodean. Esa noche moriría sobre baldosas frías y duras, ella estaría sensualmente bella y escucharía jazz a modo de réquiem; Amparo estaría tomando champagne en Niza sin pensar ni por un momento en la joven puta que había conocido hace veinte años, a la que había enamorado y heredado su nombre, su desgracia, y unos cuantos malos secretos para robar.
martes, 11 de marzo de 2008
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4 comentarios:
pensar que este cuento lo entendí ebrio =P
Cosas de la vida.
Flores!
Chauz
buena pedro no me habia dado cuenta que me habias comentado. muchas gracias por darte el tiempo de leerlo, se que es largo. mas vale borracho que nunca.saludos.lore.
UUuufffff.... vaya lore, tremendo. Mira,lo leí dos veces. La primera, fue la sorpresa tras la sorpresa. De repetente lo tenía lo tenía, y ¡sas!, me lo quitabas con un vuelco demasiado inesperado. Volvía a agarrarlo pero ¡sas!, de nuevo me lo quitas. jajaja, intenso juego.
La segunda entendí. Creo. no estoy totalmente segura, igual voy a leerlo denuevo para acabar de agarrarlo del todo, pero no me resistí y me puse a escribir altiro, porque sabes qué, me parece delicioso. Demasiado sensorial, elegante, es una buena palabra, muy elegante, perceptivo, se escucha el jazz de fondo todo el tiempo, sin cesar, Parker te prestó de las mejores, jaja!
Me gusta el juego entre los contrarios, la música bohemia, el humo, el coñac, y el silencio profundo, la nada, la no vida y al mismo tiempo demasiado la vida!, eso es. La honestidad que de lo real conmueve y la hipocresía evidente y descrita pero que no choca, no es violenta, creo que nada del cuento es violento,a pesar de usar temas e íconos que podrían resultar molestos y transgresores, me parece tan suave, ta poco bruto, pero brutal.Notable.Notable francamente.
Me confundiste. La fusión de personalidades está demsiado bien lograda. El vaivén, el ritmo.
Hay partes tan monologuiables, dignas de un teatro, sin duda, demasiado actuable. Se ven los gestos.los silencios.preciso.
hay frases excelentes. que dan sonrisas...tristes.llega el vacío.me quedé con el ánimo de catalina,me siento en la divina borrachera, en la fusión, la irrealidad como opción, jaja.
me encantó tu personaje. y que dialogue todo el rato con un narrador confuso y triste.hasta siento que mi tono baila tus sonidos.me pareció sofisticado, inteligente, sensible. No le cambiáría nada. Todo suena, los gestos precissos, no está recargado. Es difícil, denso, pero notable la verdad.
Guau, te felicito mucho.
muchisimas gracias cami. la verdad es que pocas veces me han hecho comentarios tan nutridos, como el tuyo. y gracias tambien por nutrir el blog, voy a leer lo que mandaste. me han dado muchas ganas de escribir, y ahora procederé.
saludos
Lore
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